Socialmente correctos

Por: Paul Estrella

Hace poco me puse a pensar en cómo las redes sociales han revolucionado la comunicación. Antes de Facebook o de Twitter, los pensamientos de cada individuo y su cotidianidad eran temas muy privados, yo sinceramente pensaba que la gente era muy reservada en cuanto a sus vidas.

Hoy 10 años después parece que el hombre continúa siendo un animal de costumbres y se ha acostumbrado muy rápido a dejar sus reservas, casi tan rápido como uno se quita la ropa para entrar al baño o para irse a la cama, un ejemplo que a lo mejor les choque pero que se ajusta muy bien al escenario que en ocasiones vemos en las redes.

No diré que al principio no me enganché con Facebook, también tuve mi fase en Twitter, no he llegado a obsesionarme con Instragram y no quise abrir una cuenta en Snapchat; creo que como todas las cosas en la vida la interacción o el uso de redes ha pasado en la mía como un ciclo, me encuentro en la curva de bajada en su última etapa.

La cosa me asusta un poco cuando todas estas interacciones empiezan a automatizarse.

Hace poco cumplí 8 años en la organización donde trabajo, algo que pasó desapercibido para mi pero no para Linkedin. No soy adepto a esa red, aunque tengo una cuenta y he colocado toda mi información profesional, admito que cuando alguien me agrega acepto su invitación en ocasiones sin revisar su perfil. Lamento decepcionarlos si creo que esa red es de alguna manera irrelevante para mi, pero debo manifestar la realidad.

Sin embargo algo estuvo a punto de hacerme cambiar de opinión, empecé a recibir mensajes de felicitación de mucha gente debido a mi aniversario de trabajo. Me sentí contento y entré a Linkedin para leer los mensajes, el primero me emocionó:

“¡Felicidades por el aniversario! Espero que todo esté bien.”

El segundo también me emocionó:

“¡Felicidades por el aniversario! Espero que todo esté bien.”

Al tercero empecé a pensar que algo no andaba bien:

“¡Felicidades por el aniversario! Espero que todo esté bien.”

He recibido por lo menos unos 30 mensajes deseándome que todo esté bien. No es que no lo aprecie, me parece que es un buen detalle cuando es real y no algo programado para que se ejecute automáticamente. Un mensaje que destacó sobre otros (claro, después de 30 “Espero que estés bien” hasta la adición de una coma se ve como un letrero en el desierto) fue el de mi buen amigo Rómulo León, al menos se que él aún no se a convertido en un Androide, Gracias Romeo Lima!!

En este punto del artículo y para ser “Socialmente Correcto”, debería agradecerles a todos por sus buenos deseos, pero es eso justamente lo que creo que anda mal. El ser “Polite” y políticamente correcto es una forma de idiotizarnos y encajarnos en un pensamiento único. Lo noto cuando veo felicitaciones públicas a niños que tienen un año y que no saben leer, o declaraciones efusivas a amigos o compañeros de vida; aunque creo que muchas deben ser sinceras no dejo de pensar en qué tan necesario es publicar nuestros pensamientos, nuestra actitud, nuestros éxitos, etc.

Quizás uno de los más grandes errores que tenemos en la sociedad, es pensar que las redes sociales van a cambiar el mundo y que nuestra interacción en ellas es la clave. Algunos me dirán que las redes de alguna manera provocaron la primavera Árabe, pero yo lo veo de otra manera, las redes son una fuente de comunicación, la comunicación por si sola no cambia nada, son los individuos y su acción en el mundo real lo que provoca cambios, revoluciones, holocaustos.

Si a estas alturas he llegado a caerle mal, excelente, aunque no es el objetivo de este artículo, al menos he provocado una reacción que podría llevarlo a usted a una acción. Siéntase libre de dejar de seguirme, de eliminarme de su lista de amigos, haga lo que sea para hacer feliz este momento, pero no siga manteniendo su estatus actual de mantenerme en su lista por ser “polite”, créame no me resentiré.

Hace poco un amigo me decía, “Facebook ya no sabe que hacer para tratar de mantener enganchada a la gente”“Están agregando cada día nuevas maneras de que interactúen”. Yo pensé para mi, quizás el producto maduró demasiado y ya no hay como impedir que se empiece a podrir.

La gran contradicción o mi paradoja es que para que ustedes puedan leer este artículo he debido publicarlo en las redes, sino a lo mejor pasaría desapercibido.

Salgamos un día a la calle sin nada que nos de acceso a internet y les prometo que el aire va a oler diferente, empiecen a hacer y no a ha seguir.

Nota del autor: Este artículo no está dedicado a nadie en especial, pero si así lo siente, por favor envíe un mensaje al buzón de sugerencias y reclamos.

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